El funcionamiento del cerebro.
Nuestro cerebro procesa y almacena constantemente todos los estímulos que recibe. Busca patrones, familiaridad y estabilidad para facilitar su organización y almacenamiento de información. Cuando hacemos la misma actividad cada día, el cerebro se siente cómodo, pues esos estímulos repetitivos le permiten funcionar en «piloto automático». Esto reduce el esfuerzo de procesamiento, lo que lo hace sentirse tranquilo y en control. Las rutinas, por tanto, pueden ser saludables al darle a la mente una sensación de estabilidad y previsibilidad.
Sin embargo, cuando la vida se vuelve demasiado monótona, el cerebro también se aburre. Necesita un grado de novedad que active su curiosidad y su capacidad de adaptación. Introducir estímulos nuevos de vez en cuando ayuda a mantenerlo en equilibrio y lo mantiene saludable. Este balance entre lo conocido y lo novedoso varía de una persona a otra, algunos cerebros necesitan más estructura, mientras que otros buscan constantemente variedad. Por eso, es importante que cada persona identifique y ajuste su propio equilibrio entre la rutina y la novedad para mantener un bienestar mental óptimo.
Ahora, ¿cómo se forma una adicción?
La adicción es, en esencia, un proceso cerebral que se desencadena cuando un estímulo nos produce una sensación de placer extremadamente intensa y satisfactoria. Este estímulo puede venir de muchas fuentes, desde consumir una sustancia (como fumar o beber alcohol) hasta realizar actividades que nos gustan o que nos excitan (como entrenar, ver contenido estimulante, jugar videojuegos, comer ciertos alimentos o practicar deportes extremos). Cuando el cerebro experimenta una explosión de placer tan fuerte, libera una gran cantidad de sustancias de bienestar, como la dopamina, creando una sensación de euforia y satisfacción. Esta primera experiencia suele ser tan placentera que el cerebro la “graba” y empieza a desearla intensamente.
El problema es que recrear esa primera sensación intensa no es sencillo, ya que el cerebro se adapta rápidamente. La intensidad de placer inicial se convierte en un recuerdo que busca replicarse, pero rara vez se alcanza en la misma medida. Así, al intentar sentir esa satisfacción nuevamente, el cerebro nos empuja a repetir la actividad con más frecuencia, en mayor cantidad o con mayor intensidad. Este proceso es conocido como “tolerancia”. Con cada intento de alcanzar la satisfacción inicial, nos vemos atrapados en un ciclo insatisfecho, ya que la satisfacción nunca alcanza el nivel de esa experiencia memorable. Este ciclo de búsqueda y frustración es lo que conocemos como adicción. El cerebro persigue algo que ya no puede encontrar, generando dependencia.
Esta búsqueda constante empieza a ocupar mucho de nuestro tiempo, energía y pensamiento, ya que se convierte en una necesidad para la mente. Cuando la adicción se instala, nos encontramos atrapados en un proceso mental y físico de dependencia, donde cada vez es más difícil dejar de perseguir esa sensación de placer.
Entonces, ¿cómo liberarse de una adicción?
Para salir de una adicción, es fundamental entender que estamos persiguiendo una experiencia irrepetible, un fantasma. La mente, al recordar la satisfacción inicial, trata de recuperarla, sin darse cuenta de que esa intensidad fue única. Aceptar esto es el primer paso, aunque implica una lucha interna, pues la mente guarda la “huella” de esa experiencia. Romper con esta huella requiere gran determinación y autocontrol, por lo que es esencial cuidar nuestro bienestar físico y mental. Dormir bien, comer saludablemente y hacer ejercicio son pilares que ayudan a fortalecer la voluntad y reducir la necesidad de recurrir a estímulos externos para sentirnos bien.
También es crucial eliminar de nuestro entorno los elementos o estímulos que nos recuerdan a la adicción. Es por eso que los centros de rehabilitación pueden ser útiles, ya que crean un ambiente donde la persona no está expuesta a las tentaciones de su adicción. Además, una parte importante del proceso es reemplazar el comportamiento adictivo por actividades más saludables, que proporcionen placer en menor medida, pero de forma sostenida. Esto ayuda a enseñar al cerebro que existen otras fuentes de bienestar y satisfacción, aunque menos intensas, que también contribuyen al equilibrio emocional y mental.
Finalmente, es esencial desarrollar una red de apoyo. Hablar con amigos, familiares o terapeutas permite expresar emociones y frustraciones, lo que puede aliviar la carga emocional y fortalecer nuestra capacidad para mantenernos alejados de los desencadenantes de la adicción. Recordemos que el camino hacia la libertad de una adicción es un proceso gradual, y reconocer que la satisfacción extrema inicial no se puede replicar es parte fundamental de ese proceso.
Así, aprendemos a construir una vida con placeres más saludables y sostenibles, en la que el equilibrio, y no la intensidad, se convierte en la verdadera fuente de bienestar.
