La tricotilomanía es un trastorno de control de impulsos que provoca un deseo irresistible de arrancarse el propio cabello. Afecta aproximadamente al 4% de la población mundial, lo que demuestra que, aunque sigue siendo un trastorno poco comprendido, su prevalencia es considerable. Para algunos, el impulso de arrancarse el pelo es ocasional, pero para otros, se convierte en una conducta prolongada que puede durar horas y resultar en calvicie severa. Aunque se ha comparado con la expresión coloquial de “tirarse de los pelos,” este trastorno es una condición seria y compleja que va mucho más allá de un simple hábito.
Tuve la oportunidad de trabajar con una joven de 12 años que estaba programada para recibir un implante de pelo dentro de dos semanas cuando llegó a mi consulta por primera vez. Aunque parecía una solución médica necesaria, una exploración más profunda reveló un patrón preocupante, la niña se estaba arrancando el propio pelo sin que ni siquiera el especialista estuviera al tanto. A través de un enfoque psicológico delicado y comprensivo, pudimos intervenir a tiempo para abordar la tricotilomanía que subyacía, proporcionando apoyo emocional y estrategias efectivas para manejar esta condición y evitar el implante.
La tricotilomanía suele desarrollarse en la adolescencia, aunque puede aparecer en niños muy pequeños. La relación entre este trastorno y otras condiciones psicológicas es evidente, ya que muchos experimentan ansiedad, depresión e incluso trastornos obsesivo-compulsivos de manera simultánea. De hecho, algunos también presentan otros problemas relacionados, como déficit de atención, onicofagia (morderse las uñas) o tricofagia, que es la ingesta de cabello. Estas condiciones coexisten con la tricotilomanía, incrementando la complejidad del tratamiento.
Algunas personas empiezan arrancando unos pocos pelos y con el tiempo desarrollan un hábito que les lleva a quedarse sin cabello. La vergüenza y el aislamiento social son comunes entre quienes padecen este trastorno, lo cual afecta tanto su autoestima como su vida social y profesional. Muchas veces, la falta de comprensión de familiares o amigos puede dificultar el proceso de aceptación y tratamiento.
El acceso a información y a redes de apoyo es fundamental para quienes padecen tricotilomanía, pero no siempre es fácil de encontrar.
La causa exacta de la tricotilomanía aún no se conoce con certeza. Algunos expertos creen que podría relacionarse con desequilibrios en la química cerebral, particularmente en los neurotransmisores, o incluso que el hábito de arrancarse el cabello se refuerza por la sensación de alivio o bienestar que proporciona.
Las estrategias para tratar la tricotilomanía varían. La terapia cognitivo-conductual ha demostrado ser efectiva, pues ayuda a identificar y modificar los pensamientos y comportamientos que perpetúan el trastorno. Además, se recomienda el uso de ciertas técnicas de autocuidado, como cubrirse la cabeza o utilizar herramientas que mantengan las manos ocupadas. Explorar y reconocer las emociones que desencadenan el impulso de arrancarse el cabello, como el estrés o la ansiedad, les ayuda a manejar el impulso de forma más saludable. En mi consulta la LNT, regresiones y hipnosis entre otros complementan el proceso de consciencia y sanación.
Iniciativas de apoyo y la educación sobre el trastorno permiten a quienes lo padecen encontrar aceptación y herramientas para afrontar la tricotilomanía. Compartir experiencias con otros puede ser liberador, ayudando a reducir el aislamiento y fortaleciendo la autocompasión, una pieza fundamental para el camino de la recuperación.