La filosofía del optimismo juega un papel crucial en tiempos de crisis, ya que nos impulsa a evolucionar, a avanzar y a transformar el mundo en un lugar mejor. En lugar de resignarnos y pensar «Vivimos en un mundo terrible», el optimismo nos permite ver oportunidades de cambio. Adoptar una actitud optimista no solo nos ayuda a sobrellevar las adversidades, sino que también nos motiva a ser creativos, a dar lo mejor de nosotros mismos y a buscar alternativas cuando los planes no salen como esperábamos.
La filosofía del optimismo pragmático, como la planteada por Mark Stevenson, se sustenta en ocho principios fundamentales. Estos principios son características comunes en las personas optimistas, y quienes los siguen están mejor preparados para enfrentar tanto los buenos como los malos tiempos.
Por ejemplo, el primer principio es el optimismo ambicioso, que nos invita a soñar con el futuro. En cualquier etapa de la vida, tener sueños e ideas para el futuro es vital, pero en momentos de crisis, estos planes se vuelven aún más esenciales. Nos ayudan a mantener la esperanza y a atravesar épocas difíciles con la certeza de que llegarán tiempos mejores. Sin embargo, no basta solo con soñar, otro de los principios nos recuerda que es crucial convertir esos sueños en realidad. Quedarnos solo con ideas sin llevarlas a cabo nos deja estancados. A largo plazo, necesitamos ver resultados concretos para seguir creyendo y creciendo.
Otro principio destaca la importancia de estar comprometido con un proyecto que trascienda nuestro propio interés. Conectar con otras personas en proyectos colectivos nos fortalece en momentos de crisis y alimenta nuestro optimismo. Por ejemplo, una madre optimista puede superar momentos difíciles al recordar que sus hijos están creciendo, evolucionando, y que necesitan su apoyo.
Además, uno de los principios nos enseña que cualquier proyecto es como un torneo de varias rondas. Cuando iniciamos algo nuevo en circunstancias normales, creamos para nosotros mismos una especie de crisis en la que aprendemos que nada se logra sin esfuerzo y que avanzar en la vida implica tropezar varias veces. Esta experiencia nos prepara para afrontar mejor las crisis inesperadas o externas. Sabemos que, aunque caigamos, la única forma de seguir adelante es levantándonos una y otra vez.